Hoy os presento un retrato a tamaño natural de Manuel Sanz.
Esta pintura es un estudio de la fisonomía del personaje, previo a la realización del cuadro grande presentado en la entrada precedente.
En este tipo de trabajo es necesario que se parezca la pintura al retratado. Pero también se puede enriquecer y trascender ese parecido, pues ya esa persona es representada en otro lugar, en otro momento vital, en la antesala de la vida en el espíritu. Por esto mismo no he planteado el cuadro grande como una figuración estricta y cohererente con lo que percibimos con nuestros sentidos.
La palma del martirio que lleva en su mano, es una palma de luz. El hábito son trazos que acompañan al volumen general, pero nada más. Incluso se intuye en el pecho como una llama que brota.
En otro orden de cosas, el león que acompaña a los pies del beato, es el león que aparece en el escudo de la orden Jerónima. El león acompañaba a San Jerónimo en su época de eremita en las cuevas de Palestina.
El Santo cuidaba del león, y el león protegía al Santo.
Ahora Manuel, que ha restaurado la orden jerónima a punto de quedar extinguida definitivamente, presenta de nuevo al león en un gesto de cuidado y protección. Los dos van juntos y se colocan ante las puertas del Misterio.
1 comentario:
Agradezco tu sabia explicación, Mariano. Reconozco que al ver la entrada anterior me chocó el realismo de la persona con tu magnífica impresión general tan especial. Me alegra mucho que tengas encargos de este porte.
Muchos besos, siempre, ya sabes.
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